viernes, 2 de octubre de 2015

'CIUDAD ESPEJO, CIUDAD NIEBLA', DE GERARDO PORCAYO, Y EL GÓTICO EN LATINOAMÉRICA

'CIUDAD ESPEJO, CIUDAD NIEBLA'
Gerardo Horacio Porcayo.  Editorial Selector. 1997.


“Cerradura intacta. Introdujo la llave y la giró despacio, como no queriendo despertar a sus fantasmas. Nada. Encendió las luces
Revisó todos los cuartos hasta convencerse de que no había peligro. Entonces vio el sobre, tirado cerca del filo de la puerta.
Venía a su nombre, sin cerrar. El remitente firmaba como “Panteón Municipal”. Extrajo la carta. Una sola hoja, cruzada de extremo a extremo por grandes letras mal trazadas y escurridas. Acercó el papel a su nariz. Era sangre, sin lugar a dudas. Un mensaje escueto, contundente: Saludos de Arturo, Alfredo, Joaquín y Matías.
Al principio no identificó el rumor que atravesaba la ventana. Sólo al principio, Otra vez la risa, la maldita y cavernosa risa. Corrió hacia la venta, abriéndola. Una silueta alta y espigada se erguía entre las sombras, frente a un Galaxy mal aparcado. Y reía. Sus ojos fijos en Próspero, iluminados.
La sangre subió hasta su cara. Quiso reventar en un grito que su cerebro no conseguía estructurar.”
(Gerardo Porcayo. Ciudad Espejo, Ciudad Niebla)

Gerardo Horacio Porcayo Villalobos (Cuernavaca, Morelos, 10 de mayo de 1966) publicó en 1993 La primera calle de la soledad (Fondo Editorial Tierra Adentro), considerada la primera novela ciberpunk mexicana. Que la ópera prima de uno sea la iniciadora de todo un subgénero en el país de origen, es entrar al mundillo de las letras ganando por nocaut.
Las expectativas levantadas por las mañas de este escritor fueron confirmadas con su segunda novela publicada, CIUDAD ESPEJO, CIUDAD NIEBLA (Editorial Selector. 1997).
Porcayo es parte de una generación que a finales del milenio pasado expandió las posibilidades de la literatura fantástica en México. Contemporáneos del morelense que también hicieron lo suyo son Ricardo Guzmán Wolffer, José Luis Zárate (Con quien Porcayo publicó la revista virtual de CF La Langosta se ha Posado), Miguel Ángel Fernández, Arturo César Rojas, Federico Schaffler, Alberto Chimal o Mauricio Molina, por nombrar algunos.
El ciberpunk, subgénero al que pertenece la primera novela de Gerardo Porcayo, es una fusión entre novela negra -policiaca-, y ciencia ficción. Para su segundo trabajo, el escritor intentó una mezcla similar, ahora de narrración neogótica de terror -o dark-, con novela negra.
Esta segunda obra extensa puede considerarse de transición, en el sentido en que algunas de sus siguientes novelas (Como Dolorosa, publicada en 1999 por Times Editores) son abiertamente góticas, de vampiros, mientras que CIUDAD ESPEJO, CIUDAD NIEBLA, se mueve a tientas entre el realismo y lo sobrenatural. Es una historia aún más elusiva, misteriosa en su ambigüedad de géneros, y de ahí surgen algunas de sus mayores cualidades.
En la contracubierta del libro, podemos leer la sinopsis: “CIUDAD ESPEJO, CIUDAD NIEBLA es un thriller en el cual un hombre sin esperanza, Próspero Carreón, decide convertirse en detective. El combate a las drogas, el vampirismo y el mundo dark son algunos de los elementos que arrastran a Próspero por los obscuros meandros de la ciudad de Cuernavaca, escenario que, tras su pasividad dominical, esconde un mundo de destrucción, sangre y secuestros.
Tal es la realidad desquiciada en que el protagonista conoce a la joven Azucena Martínez, cuya nostalgia y vicios privados ponen en riesgo la vida del detective”.
(Arriba: Cubierta de la segunda edición de La Primera Calle de la Soledad. Editorial Vid. 1997.)

ENTRE EL TERROR ‘REAL’ DE LA NOVELA NEGRA, Y EL TERROR ‘SOBRENATURAL’ DE LA NOVELA GÓTICA

“Escapó de un sueño recurrente, vertiginoso y culpable.
Cuatro veces había matado al taxista esa noche. De cuatro maneras distintas. A golpes con la navaja, a plomazos. También pasándole las llantas de un Ford Galaxy por la cabeza.
La boca pastosa, la taquicardia…
Los ecos de una risa que se negaba a desaparecer en el olvido.
El puto miedo…
Entonces identificó el origen de su despertar. Benjamín insistía, con golpes temerosos, en la puerta.”
(Gerardo Porcayo. Ciudad Espejo, Ciudad Niebla)


En español, podemos reconocer entre el Terror (Lo que da miedo) y el Horror (lo que causa repulsión). Entre más se acerque una historia al cuento cruel, al gore y las tripas, a la desesperación de las crónicas de torturas, estamos en el campo del Horror. Entre más nos acerquemos al miedo atávico del conejo al lobo, de la presa al cazador, a la clásica historia que busca asustarnos y hacernos dar el salto, estamos en los dominios del Terror.
O algo así. El caso es que ambas sensaciones molestosas y destructivas son los componentes clave del subgénero del Terror.
La novela negra, esa mezcla de metafísica, materialismo histórico y nota roja, también se dedica, entre otras cosas, a evocar miedo y/o repulsión, aunque en menor grado (y a veces en mucho mayor grado). Un asesino serial, un narco o soldado a punto de destriparnos, es a la vez repulsivo y aterrador. En eso no tiene nada que pedirle a Cthulhu o Frankestein.
El terror es probablemente el género o subgénero literario más sincero. Somos fantasmas que amamos a fantasmas y perseguimos quimeras. Y si no lo somos aún en este momento, el tiempo no tardará en ponernos en una tumba o en una fosa común. Aunque la mona se vista de seda, mona se queda. La literatura de terror nos pone de nuevo en la situación de ser cazador o presa, nos quita el disfraz de la apariencia, nos regresa a ser pedazos de carne en un universo esencialmente hostil que pronto nos desechará.
En comparación, el resto de los géneros literarios son mentiras piadosas, cuentitos de los reyes magos.
Las historias de terror son en ocasiones las que más se acercan a describir lo que es vivir dentro de un cuerpo orgánico. Creo que la literatura etiquetada como fantástica puede retratar la realidad y sus entresijos tan bien como el llamado realismo, o mejor.
Sin embargo, desconfío. El pretexto de lo sobrenatural en el horror y del futuro en la CF para hablar de otras cosas, no dejan de tener el olor a timo de todos los pretextos. 
En la elección que hacen algunos escritores de la búsqueda de un realismo, me parece ver también una elección ética. Desconfiar de las propias elecciones.
El gran defecto de la literatura de terror es la excusa de lo sobrenatural, que es una mentira, o cuando menos una verdad a medias, un recurso, una convención artificial.
Tal vez por eso las mejores historias de terror de la segunda mitad del siglo veinte, no fueron escritas por neogóticos, por Stephen King o Clive Barker, sino por los sobrevivientes de los campos de exterminio nazis, de los gulags, de los centros de tortura y muerte que abundan alrededor del mundo.
Las narraciones más aterradoras y repulsivas de la segunda mitad del siglo veinte, no fueron inspiradas por lo sobrenatural, sino por la historia.
(Arriba: Cartel de la película Sangre Eterna. Dir. Jorge Olguín. Chile, 2002)

LA VITALIDAD DE LA FICCIÓN DE FANTASÍA EN AMÉRICA LATINA

Al leer CIUDAD ESPEJO, CIUDAD NIEBLA, no pude evitar el pensar en la película chilena Sangre Eterna (Dirigida por Jorge Olguín en 2002). Tanto la novela mexicana como el film sudamericano fueron elaborados antes del éxito de sagas al estilo “Crepúsculo”, y por eso los vampiros que retratan son seres duros y feroces, demasiado parecidos a los delincuentes del mundo real. En ambos trabajos se parte de descripciones realistas de la vida nocturna en ciudades reales, de cómo se la viven los darketos en Santiago de Chile y en Cuernavaca, y luego se indaga qué tan sombríos y terroríficos pueden llegar a ser esos submundos, y las historias se vuelven pesadillas.
Si seguimos con el juego de las comparaciones, tan gratas para los malos críticos aficionados de segunda, como yo, permítanme agregar que otro de los aciertos de aquella generación de escritores mexicanos de finales del siglo XX, fue el habitar los centros urbanos del país –DF, Puebla, Cuernavaca, Guadalajara- con las fantasías y delirios de la literatura fantástica posmoderna: Los vampiros de ‘Cuernavaches’ en CIUDAD ESPEJO, CIUDAD NIEBLA; los monstruos lovecraftianos ‘pipopes’ en Xanto, Novelucha Libre, de José Luis Zárate (Ya reseñada en este blog); los ‘chilangos’ futuristas y apocalípticos a lo Mad Max en el excelente cuento El que Llegó Hasta el Metro Pino Suárez, de Arturo César Rojas…
La realidad es que, fuera de Argentina –donde existen corrientes más personales y definidas de literatura fantástica desde Borges, Bioy Casares, Cortázar u Oesterheld-aún son escasas, aunque no inexistentes, las auténticas obras maestras de terror y ciencia ficción en Latinoamérica (Ya que hablamos de Chile y de México, ahí están Pedro Páramo y El Obsceno Pájaro de la Noche, para hablar de los ejemplos más tópicos). Pero en casi cada país de Centro y Sudamérica hay movimientos locales más o menos importantes de estos subgéneros, y aunque los productos resultantes aún son demasiado apegados a los modelos anglosajones, los vacíos que faltan por llenar no deprimen, sino que entusiasman a la caterva de nuevos autores.
Ahí espera una rica tradición mitológica, legendaria, terrorífica y fantástica. Un panteón de monstruos, demonios y deidades que nada tiene que pedirle al de Grecia o Egipto. De La Llorona y El Imbunche a los narcos y los paramilitares, sobran las figuras terroríficas en Latinoamérica.
Al primer intento de escribir una novela, Horacio Gerardo Porcayo metió el ciberpunk a su país. Al segundo intento, hizo otro tanto con la literatura dark. Por eso es parte ya de la historia de la literatura mexicana. Pero no se engañen por ese último comentario rimbombante. Porcayo parece tener aún mucho por dar, y es de los escritores del mexican underground a quienes conviene seguirles la huella.



Por cierto...
¡2 DE OCTUBRE, NO SE OLVIDA!

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