martes, 17 de abril de 2012

A. PLATÓNOV, LA BIBLIA DE LOS ATEOS (Y LA MEJOR CIENCIA FICCIÓN RUSA)

(3 libros pa descargar gratis, y un corto pa ver aquí)
El hombre es un eterno revolucionario, un eterno creador sobre lo eternamente destruido... Nosotros haremos volar este foso para cadáveres que es el universo, con los pedazos de las cadenas rotas mataremos a su dueño aniquilado, ciego, que es Dios, y con los muñones de nuestras manos ensangrentadas construiremos lo que estamos construyendo, lo que estamos empezando a construir ahora...
(Andréi Platónov, 1919)

El mito de ayer se hacía realidad. Por qué no adelantar esta realidad un paso más, más alto, más hondo. Los viejos profetas –Fourier, Saint-Simon, Moro– pusieron sobre la mesa todos sus sueños más queridos, y nosotros los tomamos.
(Varlam Shalámov)
(Arriba: Caricatura de Andréi Platónov)
 I
 Haré una declaración de auténtico amor, y a la vez de auténtico asco. 
 De auténtico amor, porque no hablaré de la tan mentada y vulgar imitación del amor que es esa mezcla de sentimientos encontrados hacia las putitas y/o putitos que nos hemos follado o querido frustradamente follar a lo largo de nuestras miserables vidas y no-vidas. 
 De auténtico asco, porque no hablaré de la sensación que nos produce la vista de una cagarruta o vomitada –que, al fin de cuentas, tienen su lugar y función dentro del ciclo natural de las cosas–, sino de la que nos produce aquellas abominaciones que ni H. P. Lovecraft se atrevería a evocar, como el reggaetón, o como Peña Nieto, por ejemplo.
 De auténtico amor, porque les hablaré del que es mi escritor favorito, el “enigmático y profundo” (según Sergio Pitol, quien también dijo de él que era, “sin duda, el escritor más original de las décadas terribles”) Andréi Platónov, en cirílico ruso: Андре́й Плато́нов (Vorónezh, 1899 - 1951).
 De auténtico asco, porque es patético, vergonzoso, indignante, completamente estúpido, que en Latinoamérica haya apenas quien conozca a este autor, mientras que, para los mismos rusos, es el mayor escritor de su país durante el siglo XX (Iosif Brodski, premio Nobel de literatura, lo pone a la altura de Kafka o Beckett, y también de Proust, Faulkner y Musil, con quienes forma, según él, el sexteto de escritores más extremos e importantes del siglo pasado).
 Más vergonzoso es este desconocimiento si tomamos en cuenta la influencia de Platónov sobre unos pocos, pero fundamentales escritores latinoamericanos. En particular, merecen ser recordadas las muchas cercanías entre su novela corta Dzhan y Pedro Páramo, de Juan Rulfo (gran lector de literatura rusa y de Europa oriental en particular) o  El luto humano, de José Revueltas; y aún faltan por explorar las posibles huellas del soviético en Arguedas o Di Benedetto.
(Monumento a Platónov en Vorónezh)
II
La biblioteca de la Muerte está dividida en cuatro salas:
 En la sala sur (llamada de las vidas) están las biografías de todos y cada uno de los seres que han poblado y poblarán la tierra. No sólo de todos los humanos, desde los reyes hasta los lavadores de baños, también de cada perro, dinosaurio, planta, paramecio o pequeña bacteria. 
 En la sala oriente (llamada del futuro) están los libros que aun no se han escrito, que serán escritos en el futuro (esta sala se va vaciando con el paso de los años). 
 En la sala norte (llamada del olvido) se encuentran las obras que se perdieron para siempre en el polvo y la confusión de la historia, como si hubieran sido cuerpos de seres vivos. Ahí están el Prometeo liberado de Esquilo, las tragedias perdidas de Eurípides, la tercera parte de Las almas muertas, que Gogol quemó, o Viaje a la humanidad, el manuscrito que Platónov perdió durante la emigración a Ufa, huyendo con su familia y su pueblo de los bombardeos y del avance del ejército alemán. 
 En la sala poniente (llamada de la nada) están los libros que nadie ha escrito ni escribirá, los libros que nunca existirán. A esta última sala suelo meterme para releer mi libro favorito: una versión de la Biblia, de la historia de la humanidad desde el Génesis hasta el Apocalipsis y más allá, pero tal y como la hubiera escrito Platónov, es decir, quitando al petulante y creído dios de los hebreos, y tomando su lugar la incertidumbre y el impulso vital de la conciencia orgánica: una Biblia para ateos, la guía perfecta de existencia para una humanidad capaz de “esperar contra toda esperanza”, como diría la viuda de Ossip Mandelstham, aquel poeta ruso que antes de morir en el Gulag escribió los Cuadernos de Vorónezh, una obra cumbre de la poesía soviética, cerca del pueblecito donde Platónov creció, vio morir de hambre a parte de sus hermanos, y se dedicó a trabajar desde joven para mantener al resto.
 Hijo de obrero pobre que se volvió, aparte de escritor, mecánico de locomotoras y máquinas ferroviarias, inventor de varios artilugios (incluso de naves interplanetarias), ingeniero agrónomo, técnico eléctrico que construyó durante las peores sequías de la Unión Soviética centrales eléctricas y plantas de riego aprovechando lo poco que tenía a la mano (como, por ejemplo, sólo el motor de una motocicleta vieja y algún metal oxidado), soldado condecorado del ejército rojo, veterano de una guerra civil y dos guerras mundiales (murió a causa de las secuelas provocadas por las heridas de guerra que recibió en Checoslovaquia), filósofo autodidacta, padre de un niño que a los 15 años de edad fue mandado a un campo soviético de trabajos forzados y exterminio, para morir cinco años después a causa de las vejaciones sufridas ahí… Por la calidad y cantidad de su obra y de los oficios que practicó con éxito, Platónov “se nos aparece como una especie de Leonardo Da Vinci ruso, una especie de Homero que escribió la Ilíada y la Odisea del siglo XX” (Natalia Kornienko). 
 A pesar de ello, su obra continúa siendo poco conocida. Como se explica en la contraportada de la edición española de La patria de la electricidad y otros relatos (Círculo de lectores, 1999), “La principal razón de este olvido es la peculiaridad de una prosa que el autor concibió como un nuevo instrumento expresivo para un mundo que apenas había nacido, La revolución soviética abría una nueva época en la historia de la humanidad, y Platónov, como nuevo Dante, creo el lenguaje de este cielo que tanto se parecía al infierno”…
III
 Andréi Platónov está a la altura de los grandes maestros rusos, de Chejov, Gogol, Dostoyevski o Tolstói. Es fiel continuador de la mejor tradición en la literatura rusa: aquella que se encarga de explorar los abismos del ser humano, de modo similar a como una nave espacial se adentra en los abismos del cosmos, o un pez abisal en los inexplorados fondos de los océanos.
  Y si bien merece que se le considere como uno de los grandes de la literatura rusa, también merece que se le considere el escritor soviético por antonomasia, pues nadie como él (ni siquiera los inolvidables Shalámov, Babel, Mandelstham, Pilniak, Bulgákov o Shólojov, ni Ajmátova, Pasternak, Brodski, Gorki, Soljenitsin o la Tsvetáieva) fue el cronista de la aventura soviética y del trágico fracaso de los humanos por crear sobre la tierra una utopía a la medida de sus cuerpos mortales.
 Don Andréi es también parte de otra tradición en la literatura rusa: la del descreimiento en la misma literatura (Gogol, Tolstoi), la sospecha de que esta es sólo una nueva forma de hipocresía, de hacerse pendejo y de perder y hacer perder el tiempo sintiéndose la gran cosa, en lo que llega la muerte y la carroña. En uno de sus diarios de notas (1931-1933) escribió: “Qué poco se parece la vida a la literatura: La tristeza, la desesperación. En la literatura está la “nobleza”, los sentimientos ligeros, etc. La gran mentira es el punto débil de la literatura. Hasta en Pushkin y Tolstói y Dostoyevski, lo doloroso es tan sólo “fascinante”…”. 
 Desconfianza en la literatura, nihilismo estético. Sólo con esta lucidez es posible crear otra cosa, una obra al fin para mortales, no para meros diletantes o aburridos buscadores de historias.
 En esa búsqueda intensa de una literatura más cercana a la vida y a la muerte, Platónov se salta lo que en su tiempo –y aun ahora- se considera correcto en el oficio de escribir; por eso una primera lectura de sus obras puede dejar un extraño sabor a torpeza, como el que deja la primera visión de un cuadro naif o brut, hasta que notamos en esa supuesta torpeza una autenticidad y fuerza únicas. 
 Por ello se ha dicho (Brodski) que es casi imposible traducirlo, aunque creo que sí es posible -más aun, es indispensable, urgente-, siempre y cuando se respeten sus continuas faltas a los lugares comunes, a la inercia y a los vicios de la literatura.
(La tumba de Rosa Luxemburgo (1871-1919), la famosa "Rosa roja", activista que fue secuestrada, torturada salvajemente y asesinada por el gobierno y el ejército alemanes, es una nueva Dulcínea en esa extraña e inquietante versión moderna de El Quijote que es la novela Chevengur)
IV
 Entre las obras literarias que aún soporto leer, hay algo de ciencia ficción, y dentro de ese género, mis autores preferidos son H. G. Wells, P. K. Dick y Andréi Platónov (a esta tríada agregaría a veces nombres como el de Olaf Stapledon, con su Hacedor de estrellas, al japonés Yasutaka Tsutsui y a dos o tres turros más).                    
 Si Wells es prácticamente el creador de la CF moderna conLa máquina del tiempo y La guerra de los mundos, y Dick pone en duda la noción misma de "individuo" con su rollo esquizoide-paranoide, mezclando carne con circuitos y metafísica con drogas en obras como Los tres estigmas de Palmer Eldritch o La fe de nuestros padres; Platónov, a quienes otros grandes de la CF rusa, como Zamiatin o los hermanos Strugatski, no vacilarían en incluir entre sus filas y llamarle respetuosamente “maestro”; fue tal vez el único autor del siglo XX que entabló un diálogo directo, duro y lúcido, con la idea de la utopía.
 Frente a las “distopías” de Orwell (1984, Rebelión en la granja) y de Huxley (Un mundo feliz), que se complacieron en hacer sátiras y cuasi-panfletos contra el comunismo y el capitalismo; Platónov en Chevengur o en Kotlovan (La excavación) se dio a la tarea ardua de responder sin pesimismos u optimismos facilongos, sin asirse a ninguna religión o ideología salvadora, usando los recursos disponibles en su época, a esta pregunta: ¿en realidad es posible construir algo menos jodido?
 Habrá el crítico que se ofusque al leer que don Andréi fue un autor de CF. Sólo algunas de sus primeras obras pueden encasillarse sin muchos problemas en esa corriente. Sus obras más célebres, las que me llevan a considerarlo un maestro del género, ni siquiera se desenvuelven en un supuesto futuro, sino en unos extrañísimos años veinte o treinta. No es futuro, pero tampoco es pasado, ni presente: Un caballero andante puede salir de un pueblecito medieval para luego organizar la revolución bolchevique o abordar una nave espacial.
 En sus escritos, “...La lógica, el sueño y la realidad, el delirio y la lucidez, se dan la mano, de ahí que incluso los detalles más crudos dejen a veces la impresión de irrealidad (Sergio Pitol)”.
 Aunque en su CF no hay concesiones a la fantasía ni al escape. Platónov conocía la salvaje verdad del hambre, de la sequía y la miseria, de la guerra, de las esperanzas deshechas y las vidas frustradas.
 Entendió como pocos el abismo en el que estaba cayendo el mundo nuevo por el que luchó. Pero no fue escuchado, su voz fue acallada, sus obras prohibidas y censuradas, su hijo llevado a un campo de concentración. Se negó a cantar los logros que no veía, a ocultar los crímenes que sí vio, y por eso le hicieron algo acaso más atroz que aquellos a los que llevaron al Gulag, pues fue castigado a través de la carne de su hijo; él, que sí fue un verdadero padre, a diferencia de los abandonadores, masticadores de odio y paridores de rencores que tanto abundan en nuestro globo terrestre.
 En los artículos escritos durante sus continuos viajes de trabajo, contó sobre algunos de los horrores que presenció: “Una madre estaba en cinta; no había comido durante mucho tiempo, tan sólo masticaba de vez en cuando, encerrada en su habitación, las flores de algunas plantas. Llegó el día en que su niño empezó a languidecer y se pudrió dentro de sus entrañas; ella dejó de estar en cinta y su vientre se convirtió en la tumba de su hijo. La madre se quedó ciega y murió. Entrada la noche, sus bien alimentados vecinos, al percibir el olor que salía de la habitación, la enterraron sin ataúd.”
(Arriba: Tumba de Platónov)
V
 Si por un lado nuestro autor tocó -y se electrocutó- con los polos de la CF, por otro alcanzó los del mito, e incluso los intentó atravesar: En sus obras la lógica, el sueño y la realidad, el delirio y la lucidez, se dan la mano (S. Pitol de nuevo: “de ahí que incluso los detalles mas crudos dejen a veces la impresión de irrealidad”). El mito podrá ser burdo como respuesta, pero como pregunta, es más profundo que la más moderna ciencia.
 Platónov no regresa a los viejos mitos: ni dioses griegos, ni hindúes, ni judíos, pueblan su literatura. Tal como el primer hombre exprimió a la nada y sacó de ella los mitos primigenios, el escritor soviético creó un nuevo aparato mitológico valiéndose de los temores de su época. Una nueva mitología, cortada a la medida del hombre moderno, quien en su estúpido cerebro y en su temerosa alma sigue siendo el mismo de la edad de piedra. Por eso la obra de Platónov es mucho más cercana a la mitología griega que cualquiera de las versiones y revisiones que hicieron otros autores del s. XX alrededor de los mitos de Orestes o Medea; y más cercana al Gilgamesh y al Popol Vuh (dos textos que tratan sobre la lucha contra la muerte) de lo que pueden serlo los libros que reutilizan los nombres del rey sumerio o de los gemelos mayas Junajpu e Ixbalamke. En esta capacidad de crear una extraña anti-mitología, donde la incertidumbre toma el lugar que antes se les daba a los dioses, Platónov me recuerda a otros dos creadores del s. XX: Franz Kafka y Samuel Beckett, por más que sean obvias las diferencias entre los tres (¿Qué más distinto al hebreo de Praga y al irlandés practicante de un humor ultra negro, que el “revisionista” y “cosmista” soviético?). Mientras Dante y Milton refritean hasta el cansancio la mitología judeo-cristiana, estos tres escritores se enfrentan a la nada sin el asidero de una ideología de moda, y descubren la mitología-madre, el tifón-centro del temor, de donde salen todas las mitologías, religiones, ciencias y artes humanas. La capacidad de difuminar la aparente frontera entre la comedia antigua y la tragedia, de romper los géneros literarios, de expandir los aparentes límites de la lengua y de darle la vuelta a los tópicos culturales de su tiempo, son otras de las tantas similitudes entre estos escritores.
 Cuando una novela es una exploración de la realidad, un salto al vacío sin tapujos, sin traje protector, como una horrible aventura, no hay regreso ni salvación.
(En esta portada de Dzhan, podemos ver a Andréi P. en una foto de 1922)
VI
 Enfrentarse al futuro es otro modo de enfrentarse a la nada, aparte de que la nada es el futuro común a todos nosotros.
 Engels y Lenin soñaron que, con la unión del comunismo y la ciencia, sería posible la resurrección de los muertos. Este es uno de los aspectos míticos del desgastado materialismo histórico “Engelsiano” (de hecho, es una clave de ese desgastamiento, mientras continúa algo más vigente el “materialismo dialéctico” de Marx) que exploró Platónov. Es curioso ver cómo aquí, al igual que en otros aspectos (recordar las similitudes entre el paraíso terrenal y el comunismo primitivo), terminan pareciéndose tanto dos formas de ver el mundo tan aparentemente opuestas, pero al final igual de lineales y deterministas, como lo son el cristianismo y el comunismo a la rusa.
El mesianismo bolchevique deriva no sólo del materialismo histórico, sino también de una “herejía” de la iglesia ortodoxa: el cosmismo, entre cuyos representantes más destacados están Nikolái Fiódorov, quien abogaba por una radical prolongación de la vida mediante métodos tecnológicos, incluyendo la eventual inmortalidad o resurrección de los muertos; y Konstantin Tsiolkovsky, uno de los pioneros de la exploración espacial y la cosmonáutica (Publicó el primer trabajo científico conocido sobre viajes espaciales), dos pensadores-escritores que influyeron profundamente en Andréi Platónov cuando era joven.
 En su ensayo Peregrinos rusos en busca de Kítiež, Ígor Sujíj escribió: “Todos admiten cuán importantes fueron para el futuro autor de Chevengur las ideas de Nikolái Fiódorov sobre la resurrección de los padres y la general regulación de la naturaleza. En Chevengur, los héroes recuerdan todo el tiempo a los muertos, intentan exhumar tumbas, resucitar a los seres queridos que, al parecer, se han ido sólo por un tiempo. Pero, en vano…En la tercera parte de la novela, Platónov realiza un experimento utópico límite. Los bolcheviques chevengurenses ejecutan, finalmente, un salto sobre la historia, la regresan a su variante cero”.
 En el prefacio de Iosif Brodski a la edición francesa de Kotlovan (La excavación), el poeta ruso se centró en el modo como Platónov estiró los límites de la lengua rusa para descubrir/expresar su visión: “Él escribía en la lengua de esta utopía, en la lengua de su época; y ninguna otra forma de la existencia determina la conciencia tanto como lo hace la lengua... Platónov habla de una nación que se ha convertido de algún modo en víctima de su lengua, y más exactamente, habla de la lengua misma, que resultó capaz de engendrar un mundo ficticio y que a partir de él desembocó en una dependencia gramatical… Es casi intraducible, debido, en primer lugar, al extremismo estilístico de su lenguaje… Y, no obstante, conviene saludar todo intento de recrear esta lengua que pone en jaque el tiempo y el espacio, la vida misma y la muerte, y es bueno hacerlo no por consideraciones de orden “cultural”, sino porque, a fin de cuentas, hablamos justamente en esta lengua”.
 Helena S. Kriúkova, en el prólogo a la traducción al español de Chevengur, escribió que, “si existe realmente tal “extremismo” en la prosa de Platónov, este no consiste en una violación de las normas gramaticales del idioma, aunque lo cierto es que el sistema comunicativo de Platónov tampoco se percibe como “normal”: su escritura tiende hacia una irracionalidad secreta y casi biológica de las formas (M. Corti)”.
 VII
 Ateísmo metafísico. El espíritu no es algo invisible, tiene cuerpo y apesta; vive, caga y muere: el espíritu se llama materia. Platónov acaba con la división idea/materia según la clásica controversia entre Platón y Aristóteles. Dentro de sus obras, no fue primero la materia ni la idea, ambas son lo mismo, y esa división simplista de los materiales con que se fabrica el cosmos, es un error del pensamiento europeo, un maniqueísmo casi tan barato como el de buenos y malos en las telenovelas.
 En Platónov, también las piedras y las basuras son, como los adultos, huérfanos. Los personajes “secundarios” sólo pueden ser llamados así por el espacio que ocupa su descripción. A diferencia de la vida y de esa miseria que llamamos amor, en la mirada de Platónov no hay discriminación ni olvido. Por eso escribió Vladimir Shárov: “Me gustaría pensar que la mirada de Dios sobre los hombres se parece a como mira a sus héroes Platónov.” Y es que don Andréi habla de los objetos más pequeños y olvidados de modo similar a como San Francisco hablaría del hermano venado o de la hermana ave; de las plantas y los animales más burdos, tal como hablaría del hombre el humanista más sincero; y de los humanos, como nadie más ha hablado de nada.
 Hasta dónde yo sé, sólo cuatro libros de Platónov se han traducido y publicado en español:
 1-Dzhan (Alianza Editorial, 1973): Novela corta que, como ya mencioné, influyó en la narrativa latinoamericana del siglo pasado. Trata de un pueblo nómada perdido en medio del desierto, formado por vagabundos, fugados de prisiones, perseguidos por la ley y olvidados del mundo.
 2-Kotlovan, La excavación (Alfaguara, 1990): Parábola entre kafkiana y bíblica de una nueva torre de Babel construida sobre la tumba de un niño, para dar cabida a toda la humanidad y protegerse de la dureza del mundo.
 3-La patria de la electricidad y otros relatos (Círculo de lectores, 1999): Libro de cuentos del que recomiendo, sobre todo, Las dudas de Makar, La patria de la electricidad, El peso de los caídos, y los excelentes cuentos infantiles Una casa de adobe en un jardín provincial, Alterké, Semión, El viaje de un gorrión y La vieja de hierro.
 4-Y, por último, Chevengur (Cátedra, 1998): La que se considera su novela mayor, escrita siguiendo los pasos del Quijote de Cervantes (en la novela hay varios tipos de quijotes distintos, cada uno de ellos enfrentándose a molinos de viento a su peculiar manera; y Dulcinea es nada más y nada menos que doña Rosa Luxemburgo, ya asesinada y apresada en una tumba inalcanzable), de los cuentos de hadas, de los poemas épicos más antiguos y de la mejor literatura rusa del siglo XIX.
 Dos de estos títulos: Dzhan y La patria de la electricidad y otros relatos, además del cuento de amor El río Potudán (en el que se basó El alma solitaria del hombre, la primer película de Aleksandr Sokúrov, el director de Madre e hijo y El arca rusa), están incluidos en el archivo que pongo a su disposición el día de hoy, para que lo descarguen y disfruten. Ojalá que sirva de mínima cooperación para sanar un poco el olvido y la ignorancia en el que estúpidamente nos encontramos los latinos frente a este autor, ignorancia que se refleja en la vomitada que se ha estado escribiendo últimamente por acá… Y es que, ¡me da tanta hueva leer toda esa literatura miraquelinda, ñoña, autocomplaciente, tan atrasada a este tiempo y espacio, mera gastadora de tiempo vital y trituradora de cadáveres de arboles!…

ANDRÉI PLATÓNOV, 3 LIBROS (Comprimidos en archivo .rar)
*
PLATÓNOV Y EL CINE
(1 CORTO PA VER DESDE AQUÍ)
Lamentablemente, ninguno de los 9 guiones que escribió A. Platónov ha sido llevado al cine (Tambien dejó inéditas 9 obras de teatro). Eso no significa que sus obras no hayan sido adaptadas a la pantalla grande, con regular éxito hasta ahora:
Alexandr Sokúrov, el director ruso considerado como el heredero de Tarkovski, antes de hacerse famoso con filmes como Madre e Hijo y El Arca Rusa, debutó con La voz solitaria del hombre (Одинокий голос человека, 1987), ganadora del Leopardo de bronce en el Festival de Locarno. La película está basada en el cuento El río Potudán, que pueden descargar, junto a otros trabajos de Platónov, en el archivo cuyo link está más arribita...
Ya, para una entrada dedicada a Alexander Petrov, el genial animador ruso, pegué subtítulos y subí el cortometraje Korova (La vaca, 1989), basado en un cuento infantil de Platónov, corto que pueden ver "clickeándole" aquí...
CHEVENGUR
En lo que a alguien se le prende el foco y filma un guión de los que escribió Platónov, les muestro la siguiente animación, dirigida por  Mikhail Maximov, que está inspirada en los trabajos del narrador ruso. Viendo este corto, podemos darnos una idea de lo desaprovechada que está la obra de Platónov por el cine de ciencia ficción:
Nicolás L. C.

8 comentarios:

jek dijo...

che. como hago para bajarme los libros¿?¿?.
saludos
buen blog
gracias!!!!

jek dijo...

che ... como hago para descargar los libros rapidshare no me deja,. ya me suscribi pero no encuentro download por ningun lado.
saludos
buen blog. gracias!!!!!!!!!!!

Puroshuesos dijo...

"clickeale" donde dice DESCARGAR AQUÍ, no hay pierde, verdá?

edgar palacios dijo...

hermano, el link parece que no funciona

si te es posible, enviame el archivo a este mail:

edgarensidney@gmail.com

te lo agradecería una enormidad, es muy bueno tu blog, te felicito

Puroshuesos dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

hola, me gustaria mucho disponer de los libros. te envie un email respecto de esto. soy kill kill. gracias

Puroshuesos dijo...

Se han roto los links de Rapidshare. Pueden encontrar los libros mencionados en mi biblioteca en scribd: https://es.scribd.com/nicol%C3%A1s_l%C3%B3pez_2

Anónimo dijo...

Hola Puro Huesos.
Para poder acceder al libro desde Scrib hay que suscribirse. Hay manera de leerlo sin pagar?
Saludos,
Victoria

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