lunes, 10 de octubre de 2016

LA CARNE Y EL HUESO: ESCULTURAS DE GERMAINE Y LIGIER RICHIER

I
TRANSI DE RENÉ DE CHALON, de LIGIER RICHIER
Allá por el año 1547, el francés Ligier Richier (1500-1567) creó una de las esculturas más inquietantes de la historia.
Un esqueleto semidescarnado, del que cuelgan tiras de piel seca, se saca el corazón aún palpitante, que ofrenda en lo alto a la deidad.
Se trata de un transi, escultura mortuoria que representa al fallecido en estado de putrefacción, en su transición hacia el mundo sobrenatural.
Es el monumento funerario de René de Chalon, Príncipe de Orange, que se encuentra en la iglesia de Saint-Etienne en Bar-le-Duc.
René de Chalon murió en una batalla a los 25 años. La escultura sirvió también como relicario: el corazón que alzaba era en realidad el del príncipe, embalsamado.
Luego el corazón se extravió. Se cree que fue robado durante la revolución francesa. 
II
LA TEMPESTAD, de GERMAINE RICHIER
400 Años después del extraordinario Transi de Rene de Chalon, Germaine Richier (1902-1959), una mujer con el mismo apellido y nacionalidad que Ligier, probablemente su descendiente, vuelve a tratar el tema del cuerpo carcomido.
En lugar del hueso, a Germaine le importa la carne. Sus esculturas parecen cadáveres cuyos estómagos reventaron por la fermentación. Gracias al vaciado en bronce, la materia orgánica se queda en un gesto detenido, el de su transición, en que se vuelve grumo, pedo, nada.
Si Ligier Richier, fiel a su época, se movió entre el gótico y el renacimiento; Germaine, artista no menos comprometida, se movió entre el surrealismo y el existencialismo.
En 1947-1948 acabó La tempestad (L'Orage), dramática figura que es pariente cercana de los fósiles humanos de Pompeya, pero tambien de los zombis come-sesos de George A. Romero. Podría ser el fantasma del tío gordo comehamburguesas y chelero que murió de arteriosclerosis. Pero no lo es. Porque sus personajes, como los del italiano Alberto Giacometti, a pesar de las apariencias no son cadáveres. Aún están infectados de planes, de la náusea de la vida.
OTRAS ESCULTURAS DE GERMAINE RICHIER
CABALLO CON SEIS CABEZAS
LA HYDRA
EL PASTOR DE LOS PÁRAMOS
MURCIÉLAGO

1 comentario:

jek dijo...

interesante historia, estaba convencido de que miraba un espejito, simbolisando la vanidad humana. vanitas vanitatis.

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