jueves, 3 de septiembre de 2015

MIS TRES NOVELAS PREFERIDAS DE J. M. COETZEE

(Arriba: retrato de Coetzee, por Adam Chang)
J. M. Coetzee nació en Sudáfrica y vive autoexiliado en Australia. En la mayoría de sus novelas trata directa o indirectamente el tema de la historia de su país, del odio y la frustración que nacen del colonialismo.
Por eso sus libros pueden ser particularmente emotivos y significativos para los habitantes de las excolonias.
Invadir un país es como violar sexualmente. No es “como”: va incluido, literalmente hablando. Una declaración de Independencia –dejar marchar al abusado luego de haberse cebado en él- no resuelve el problema. La derrota y violencia que queda es una enfermedad que ni la venganza cura. Un cáncer. Los daños se extienden siglos más allá de la ocupación. “Es una vergüenza ganar una guerra”, repetía Curzio Malaparte en La Piel.
Tal vez por eso las mujeres violentadas –por abuso sexual, por una enfermedad mortal, por el patriarcado– simbolizan de algún modo, en las novelas de Coetzee, a su país.
Pero no es la historia su único tema (ni el principal). La soledad e indefensión del individuo en medio de su propia colectividad, el estar hecho de carne apestosa y mortal, como los demás animales, y aun así tener que ocuparse de temas baladíes, como La Patria y El Infinito, parecen las verdaderas piedritas en los zapatos de Coetzee. No quisiera estar en sus zapatos. Pero lo estoy. Quién me mandó a ser humana.
(Arriba: Bancos segregados para blancos y negros en la Sudáfrica del apartheid.)
Me he encontrado con gente que presume no leer ningún “Nobel”, por considerarlo mainstream, o algo así. Esos “lectores” (A veces leyeron nomás a Bukowski) parecen olvidar que los premiados casi siempre escribieron sus obras fuera de la fama y de los reflectores, como cualquier otro autor.
Negarse a leer libros con la etiqueta ‘Nobel’ por ser mainstream, es tan estúpido como negarse a leer a un autor de CF o de historietas por… (Bueno, como ni escucho a los que hablan mal de historietistas y escritores de CF, no sé de qué los acusan): ambas actitudes muestran poca amplitud de miras.
En fin.
Leí nueve de las doce novelas de Coetzee publicadas hasta la fecha, y dos  de los tres libros de su autobiografía novelada (Sus ensayos van aparte). Hasta hoy, las siguientes son mis tres novelas preferidas de J. M. Coetzee:


3-'EN MEDIO DE NINGUNA PARTE'

In the Heart of the Country. 1977.

“Este no es el hogar de Hendrik. Nadie tiene ancestros en este territorio, en estos pedregales desérticos: nadie salvo los insectos, y entre ellos estoy yo, un escarabajo magro y negro, con alas de mentira, que no pone huevos y parpadea al sol, un verdadero rompecabezas para el entomólogo”.
(J. M. Coetzee. En Medio de Ninguna Parte)

Segunda novela de Coetzee (No he leído la primera, Dusklands, de 1974) y la más delirante de sus obras hasta la fecha. Es el diario de una mujer que va enloqueciendo progresivamente, por lo que el libro recuerda en su estructura a Diario de un loco, de Nikolai Gogol, o al cuento de Lu Xun de título homólogo.
Pero a diferencia de los geniales relatos de Gogol y Lu Xun, Magda, la protagonista de esta historia, no se inventa un mundo ficticio para huir de su agobiante realidad.
¿Se pueden tener alucinaciones lúcidas?
Novela densa y realista, monocorde, porque sólo oímos la voz de un personaje amargado y corroído, y es a través de sus recuerdos y opiniones que nos enteramos de lo que sucede.
Una narración violenta y sexual. 
Una mujer en medio del páramo surafricano. La acompañan únicamente su padre y unos criados negros. Su padre la desprecia por no haber nacido hombre, apenas y le dice algo. Y a los negros no se les debe hablar.
Nadie la acompaña, sólo están ahí, como las piedras.
Y al final, las piedras resultan ser mejores para comunicarse. Y las balas.


2-'LA EDAD DE HIERRO'
Age of Iron. 1990.

 “La televisión. ¿Por qué la veo? El desfile de políticos todas las noches: solamente tengo que ver esas caras toscas e inexpresivas, tan familiares desde la infancia, para sentir abatimiento y náuseas. Los matones de la última fila de pupitres de la clase, chavales torpes y huesudos, ya crecidos y ascendidos para gobernar la tierra. Con sus padres y sus madres, con sus tías y tíos, con sus hermanos y hermanas: una horda de langostas negras infestando el país, masticando sin cesar, devorando vidas. ¿Por qué los sigo mirando, si me llenan de horror y de asco? ¿Por qué dejo que entren en la casa? ¿Tal vez porque el reinado de la familia de langostas es la verdad de Suráfrica, y la verdad es lo que me pone enferma? Ya no se molestan en arrogarse legitimidad. Se han sacudido de encima la razón. Lo que los absorbe es el poder y el estupor del poder. Comer y beber, masticar vidas, eructar. El parloteo lento y con la barriga llena. Sentados en círculo, debatiendo pesadamente, emitiendo decretos como mazazos: muerte, muerte, muerte. Sin preocuparse por el hedor”.
(J. M. Coetzee. La Edad de Hierro)

Otra mujer es la narradora de esta novela. Una vieja maestra que está a punto de morir de cáncer óseo y le escribe una larga carta a su hija. Eso es la novela: La carta de una moribunda.
La vieja cuenta cómo en el cobertizo de su casa se han quedado a dormir durante las noches un vagabundo negro y su perro. En lugar de correrlos, termina formando con ellos la caricatura de una familia. "Sin amistad, sin sexo, sin amor", lo que une a la vieja blanca cancerosa y al negro vagabundo es la incapacidad para escapar de lo que se los traga: el abismo de la muerte, de la miseria, de la guerra que carcome como un chancro a Suráfrica.
Son los tiempos del Apartheid. El país se encuentra en estado de sitio. Hay motines y enfrentamientos violentos en las calles. Los blancos empezarán a dialogar con los negros en unos años, pero mientras, prefieren vaciar en ellos los cartuchos de sus pistolas.
Si En Medio de Ninguna Parte es la novela más delirante y psicópata de esta pequeña lista, La Edad de Hierro puede ser considerada la más realista, y Esperando a los bárbaros, la más alegórica.
Las amargadas y avejentadas voces de las narradoras femeninas de En Medio de Ninguna Parte y La Edad de Hierro recuerdan a Winnie, la protagonista de la obra Happy Days, y a Maddy Rooney, personaje principal de la obra de radio Todos los que caen (All That fall), ambas escritas por Samuel Beckett. Se sabe que Coetzee se recibió en Literatura con una tesis sobre Beckett, y que es uno de los escritores vivos que más han sabido aprovechar la lectura de las obras del autor irlandés. Las situaciones límite que llevan a la taradez física o a la marginación–Vejez, parálisis, impotencia, enfermedad, pobreza, vagancia –son hábilmente usadas por Beckett y Coetzee para desvelar lo orgánico y lo “espiritual”, lo que de esencial y oculto por las convenciones existe en el ser humano.
Leí está y la anterior novela durante mi estancia en Oaxaca, en la biblioteca del IAGO, fundada por el pintor Francisco Toledo, la mejor biblioteca de arte del país, que ahora quieren cerrar los malos políticos de siempre, para que libros como estos no puedan ser leídos por los jóvenes Oaxaqueños.
Y tienen razón. Si yo fuera un político de mierda, tampoco me agradaría que los jóvenes de mi país leyeran a Coetzee.


1-'ESPERANDO A LOS BÁRBAROS'

Waiting for the Barbarians. 1980.

 Esperando a los bárbaros (1980) transcurre en la frontera nómada de un imperio no menos oblicuo que histórico, en tanto alegoría descarnada del coloniaje occidental. El Magistrado aguarda su jubilación y la muerte para merecer, al menos, tres líneas en letra pequeña de la gaceta imperial. Defensor del "comportamiento civilizado", a veces desearía gobernar un mundo en donde el chacal no arranque las entrañas a la liebre. Pero el Magistrado habría de enamorarse de una joven bárbara torturada por los soldados del Imperio, y se rebelará frente a la injusticia, la violencia y el poder, propiciados por él en otro tiempo.”

Eso leí en las tapas del libro cuando lo compré, editado como parte de la colección Fin de Siglo (que entre otras gracias tenía la del buen precio), unos ocho años antes de que le dieran el Nobel a Coetzee. Para mí, fue la mejor novela de la colección.
Los que dicen que ese premio se lo dieron a Coetzee por razones políticas, vuelven a demostrar que no saben de lo que hablan. ¿El Nobel, dado por cuestiones políticas, por conveniencias perversas? ¡Por supuesto que sí, a cada rato! Poca gente es más hipócrita y sucia que esos viejitos suecos que se creen las Paty Chapoy y las “Señorita Laura” de la literatura mundial. Pero cuando le toca a un escritor de culto, le toca. Y este señor John Maxwell lo era mucho antes que los de la Academia le echaran el ojo. Ya hablé de ese fútil tema al principio.
Después de leer Esperando a los Bárbaros, la película Danza con Lobos se me hizo una friolera, un fraude. El mismo tema, tanto, que es de sospechar el plagio, pero Danza con lobos se queda en una autocomplaciente superficie, el anterior invasor y enemigo incluso se redime. Danza… es una deformidad de Esperando a los Bárbaros hacia la “buena onda”. Es algo así como el tul ñoño y rosa que Walt Disney le puso a La Sirenita de Andersen.
De un lado, el Imperio, representado por el magistrado, el narrador, un hombre culto y sensible, aunque algo lúbrico; y el coronel, que es un experto torturador. Del otro lado de la muralla: los bárbaros, los originales dueños del lugar, tribus de nómadas, grupos grisáceos, se difuminan sus rasgos de tan poco que son considerados humanos.
En esa región en los confines del imperio, que podría estar en África, pero también en otro continente, el magistrado es un antihéroe que cumple con su función de ser tibio. Incapaz de defender primero, y luego de triunfar defendiendo aquello que ama, su verdadera encomienda consiste en justificar el crimen, cubrirlo con una pátina de hipocresía y de buenas maneras.
Él, el magistrado –El político, el egresado, el jurista, el artista-, y el militar –El asesino, el torturador-, son complementarios: “Yo era la mentira que un imperio se cuenta a sí mismo en los buenos tiempos. El coronel era la verdad que un imperio cuenta cuando corren malos vientos. Dos caras de la dominación imperial, ni más ni menos”.

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