(Arriba: Martín Ramírez (derecha), interno por esquizofrenia en el hospital DeWitt, en Auburn -donde residiría hasta su muerte, después de algunas fugas frustradas-, muestra a la cámara una de sus obras junto al doctor Tarmo Pasto, alrededor de 1950. Abajo: Una virgen de Ramírez fue escogida por un fan del art brut para tatuarse la espalda)
Migración y memoria ocupan un lugar importante en la obra de Martín Ramírez. Sus singulares composiciones documentan su experiencia de vida: Madonas, animales, rancheros, trenes y campos mexicanos se mezclan con el paisaje estadounidense en el retrato mítico de un viaje y de una niñez y una tierra abandonadas para siempre.
Ese desarraigo continua más allá de su muerte gracias a la crítica estadounidense, que se niega a calificarlo simplemente como mexicano y lo llama "mexican-american" (americano para lo gringos, ya lo sabemos, significa gringo).
Después de los jinetes, el tema preferido de Ramírez era el de los túneles y trenes. En su obsesión por pintar ésos túneles que gradualmente se vuelven hacia la oscuridad y el vacío, algunos críticos estadounidenses ven una denuncia al progreso deshumanizante. La falta de comprensión a las culturas católicas (donde las vírgenes-madres son tan adoradas como Jesús) e indígenas (que consideraban a las cuevas boca y matriz del monstruo-tierra, así como entradas al mundo de los muertos) puede hacerles pasar por alto el simbolismo que en estas tiene la "vagina dentata", la "matriz tumba", la boca que pare y el vientre que devora, el sexo que da vida a terceros mientras pecipita a la muerte de uno. No olvidar que los artistas esquizofrénicos -lo mismo Ramírez que Adolf Wölfli o Carlo Zinelli-más que pintar lo que ven, inventan su propia escritura ideográfica, llena de símbolos y complejidades que sólo ellos pueden traducir apropiadamente; nueva escritura y nuevos mitos para esa nueva tribu formada por un sólo hombre, que es cada loco:
"Martín Ramírez (Jalisco, México 1895–California, USA 1963) dejó su tierra natal en 1925 con la intención de encontrar trabajo en los Estados Unidos para mantener a su esposa, sus 3 hijas y su hijo que quedaron en México. Las guerras políticas y religiosas de su país natal afectaron el bienestar de su familia, y las consecuencias económicas de la Gran Depresión lo dejaron desempleado y sin casa en las calles del norte de California en 1931.
Incapaz de comunicarse en inglés, y aparentemente confundido, fue recogido por la policía y llevado a un hospital psiquiátrico donde eventualmente fue diagnosticado con esquizofrenia catatónica.
Incapaz de comunicarse en inglés, y aparentemente confundido, fue recogido por la policía y llevado a un hospital psiquiátrico donde eventualmente fue diagnosticado con esquizofrenia catatónica.
Ramírez pasó la segunda mitad de su vida en una serie de hospitales psiquiátricos de California.
Escasamente habló durante esos treinta y dos años (llegaron a considerarle mudo). Sin embargo, en algún momento a finales de los años treinta o a principios de los cuarenta, comenzó a dibujar. A principios de los cincuenta, Tarmo Pasto, un profesor invitado de psicología y arte, vio algunos de los dibujos de Ramírez en el pabellón del DeWitt State Hospital y reconoció su singular valor artístico. Pasto no sólo hizo de Ramírez el tema central de su investigación sobre la enfermedad mental y la creatividad, sino que también comenzó a suministrarle materiales, recolectar sus dibujos y, organizando exposiciones públicas, le presentó su obra artística al público".
(Brooke Davis Anderson, directora del American Folk Art Museum de New York)
Escasamente habló durante esos treinta y dos años (llegaron a considerarle mudo). Sin embargo, en algún momento a finales de los años treinta o a principios de los cuarenta, comenzó a dibujar. A principios de los cincuenta, Tarmo Pasto, un profesor invitado de psicología y arte, vio algunos de los dibujos de Ramírez en el pabellón del DeWitt State Hospital y reconoció su singular valor artístico. Pasto no sólo hizo de Ramírez el tema central de su investigación sobre la enfermedad mental y la creatividad, sino que también comenzó a suministrarle materiales, recolectar sus dibujos y, organizando exposiciones públicas, le presentó su obra artística al público".
(Brooke Davis Anderson, directora del American Folk Art Museum de New York)
(Abajo: muchas obras de Ramírez recuerdan por su formato y su gran cantidad de detalles, a los códices.
Para ver los detalles de alguna página, darle doble click, o escoger la función "abrir vínculo en una nueva ventana" con la tecla derecha del ratón.)
Migración y memoria ocupan un lugar importante en la obra de Martín Ramírez. Sus singulares composiciones documentan su experiencia de vida: Madonas, animales, rancheros, trenes y campos mexicanos se mezclan con el paisaje estadounidense en el retrato mítico de un viaje y de una niñez y una tierra abandonadas para siempre.
Ese desarraigo continua más allá de su muerte gracias a la crítica estadounidense, que se niega a calificarlo simplemente como mexicano y lo llama "mexican-american" (americano para lo gringos, ya lo sabemos, significa gringo).
Después de los jinetes, el tema preferido de Ramírez era el de los túneles y trenes. En su obsesión por pintar ésos túneles que gradualmente se vuelven hacia la oscuridad y el vacío, algunos críticos estadounidenses ven una denuncia al progreso deshumanizante. La falta de comprensión a las culturas católicas (donde las vírgenes-madres son tan adoradas como Jesús) e indígenas (que consideraban a las cuevas boca y matriz del monstruo-tierra, así como entradas al mundo de los muertos) puede hacerles pasar por alto el simbolismo que en estas tiene la "vagina dentata", la "matriz tumba", la boca que pare y el vientre que devora, el sexo que da vida a terceros mientras pecipita a la muerte de uno. No olvidar que los artistas esquizofrénicos -lo mismo Ramírez que Adolf Wölfli o Carlo Zinelli-más que pintar lo que ven, inventan su propia escritura ideográfica, llena de símbolos y complejidades que sólo ellos pueden traducir apropiadamente; nueva escritura y nuevos mitos para esa nueva tribu formada por un sólo hombre, que es cada loco:
(Abajo: detalle e imagen completa de la misma obra)
EL MODO DE TRABAJAR DE MARTÍN RAMÍREZ:
(Abajo: La vírgen de la inmaculada concepción, de adoración popular en los Altos de Jalisco, donde nació y vivió la primera mitad de su vida Ramírez, es otro de sus obsesivos temas. Gustaba de representarla pisoteando una serpiente, que para los conquistadores españoles simbolizaba el paganismo índigena)
"Según Juana, la hija mayor de Martín Ramírez, su padre solía decir que tener un buen caballo y una buena pistola lo hacía feliz. Ramírez era un hombre que andaba a caballo y llevaba una pistola, dos símbolos muy importantes de masculinidad y estatus social en el medio de los rancheros pobres al cual perteneció hasta los 30 años.
Un vecino de Ramírez en Jalisco también dijo que Martín era un excelente jinete, montando su bellísimo caballo bayo. Los pequeños dibujos que Ramírez le enviaba a su familia con sus cartas, antes de ser internado en el hospital psiquiátrico, eran en su mayoría de caballos y jinetes".
(Víctor M. Espinosa and Kristin E. Espinosa)
-Gran parte de los textos pertenecen al catálogo que el Folk Art Museum de Nueva York sacó con motivo de una exposición de Martín Ramírez. Si bien en esta entrada he disentido con algunos enfoques de la crítica estadounidense sobre Ramírez, justo es decir que ha sido gracias a los estudiosos de ese país que se le está dando al brasero Jalisqueño el crédito que se merece. También Octavio Paz escribió un ensayo sobre él.
-Parte de las ilustraciones las escaneé del libro Vernacular Visionaries: International Outsider. Art (2003. Edited by Annie Carlano. Vale University Press & The Museum of international Folk Art of Santa fe, New Mexico).
EL MODO DE TRABAJAR DE MARTÍN RAMÍREZ:
"Ramírez trabajaba en el piso de su pabellón en el hospital. Su “estudio” lo demarcaban dos camas sencillas y una mesa de noche. El artista coleccionaba una variedad de papeles –viejas notas de enfermeras, revistas, periódicos, páginas de libros, vasos de papel aplanados o el papel para cubrir las mesas de examinación, por ejemplo– y los pegaba con la ayuda de pegantes que él mismo hacía. Su pegante era hecho de fécula de papa, masa de pan y saliva. (Otros artistas autodidactas, como el suizo Aloise Corbaz y el americano James Castle utilizaban técnicas similares.)
Al comienzo de su encierro, Ramírez sólo utilizaba los materiales que tenía a su disposición dentro de los confines del hospital. No fue sino hasta más tarde que incorporó los materiales que le dieron el Dr. Tarmo Pasto y otros miembros del personal del hospital.
Al comienzo de su encierro, Ramírez sólo utilizaba los materiales que tenía a su disposición dentro de los confines del hospital. No fue sino hasta más tarde que incorporó los materiales que le dieron el Dr. Tarmo Pasto y otros miembros del personal del hospital.
Ramírez coleccionaba pasteles, lápices de colores, pinturas a base de agua, posiblemente betún para zapatos y jugos de fruta que mezclaba para crear un líquido que hacía en una olla hecha por él. En lugar de utilizar un pincel para pintar, utilizaba un fósforo, y para lograr una línea recta utilizaba palitos de madera. Al terminar una obra se ponía de pie encima de una mesa para observar la obra de arte desde la distancia adecuada.
Wayne Thiebaud recuerda haberlo visitado con los estudiantes de las clases de arte que dictaba en una universidad cercana. Thiebaud recuerda: “Lo conocí y lo observaba trabajar. Utilizaba pequeños prototipos que enrollaba y luego sacaba de su chaqueta para copiar –como un pie o una cabeza o un tren, o un caballo y un jinete. Parecía que tuviera una serie de pequeños personajes que sacaba al escenario como si fueran una compañía de teatro. Juntaba los papeles con una mezcla de pan de la cafetería y su saliva, y así pegaba todos los diferentes tipos de pedacitos de papel que encontraba.”
(Brooke Davis Anderson)
Wayne Thiebaud recuerda haberlo visitado con los estudiantes de las clases de arte que dictaba en una universidad cercana. Thiebaud recuerda: “Lo conocí y lo observaba trabajar. Utilizaba pequeños prototipos que enrollaba y luego sacaba de su chaqueta para copiar –como un pie o una cabeza o un tren, o un caballo y un jinete. Parecía que tuviera una serie de pequeños personajes que sacaba al escenario como si fueran una compañía de teatro. Juntaba los papeles con una mezcla de pan de la cafetería y su saliva, y así pegaba todos los diferentes tipos de pedacitos de papel que encontraba.”
(Brooke Davis Anderson)
(Abajo: un esqueleto, tal vez la muerte, toca un violín en medio de un paisaje)
(Abajo: La vírgen de la inmaculada concepción, de adoración popular en los Altos de Jalisco, donde nació y vivió la primera mitad de su vida Ramírez, es otro de sus obsesivos temas. Gustaba de representarla pisoteando una serpiente, que para los conquistadores españoles simbolizaba el paganismo índigena)
"El 6 de enero de 1952, más de veintiséis años después de que Ramírez dejara a su familia en México, uno de sus sobrinos, que en esa época era un trabajador migrante en una hacienda en el sur de California, le hizo la única visita que recibió de un familiar en su encierro, en el hospital DeWitt.
Tiempo después, el sobrino dijo que su conversación con Ramírez había sido larga, pero que no había sido fácil. Las cosas se pusieron particularmente tensas cuando le preguntó a Ramírez si le gustaría regresar a México para estar con su familia. Ramírez contestó que prefería quedarse donde estaba. El sobrino le preguntó que si quería enviarle algún mensaje a su esposa. La respuesta de Ramírez fue trágica y apocalíptica: “Sólo dile que nos veremos en el valle de Jehoshafat”, dijo, refiriéndose al lugar del juicio final de Dios.
No cuesta trabajo imaginar que la decisión de abandonar a su esposa e hijos obsesionó a Ramírez hasta los últimos de sus días. Así, las imágenes de los trenes nos invitan a imaginar que Ramírez pudo regresar a su tierra natal varias veces, incansablemente, obsesivamente, pero sólo en sus sueños, sus fantasías y sus dibujos".
(Víctor M. Espinosa and Kristin E. Espinosa)
(Víctor M. Espinosa and Kristin E. Espinosa)
"Según Juana, la hija mayor de Martín Ramírez, su padre solía decir que tener un buen caballo y una buena pistola lo hacía feliz. Ramírez era un hombre que andaba a caballo y llevaba una pistola, dos símbolos muy importantes de masculinidad y estatus social en el medio de los rancheros pobres al cual perteneció hasta los 30 años.
Un vecino de Ramírez en Jalisco también dijo que Martín era un excelente jinete, montando su bellísimo caballo bayo. Los pequeños dibujos que Ramírez le enviaba a su familia con sus cartas, antes de ser internado en el hospital psiquiátrico, eran en su mayoría de caballos y jinetes".
(Víctor M. Espinosa and Kristin E. Espinosa)
-Gran parte de los textos pertenecen al catálogo que el Folk Art Museum de Nueva York sacó con motivo de una exposición de Martín Ramírez. Si bien en esta entrada he disentido con algunos enfoques de la crítica estadounidense sobre Ramírez, justo es decir que ha sido gracias a los estudiosos de ese país que se le está dando al brasero Jalisqueño el crédito que se merece. También Octavio Paz escribió un ensayo sobre él.
-Parte de las ilustraciones las escaneé del libro Vernacular Visionaries: International Outsider. Art (2003. Edited by Annie Carlano. Vale University Press & The Museum of international Folk Art of Santa fe, New Mexico).
1 comentario:
Muy interesante este autor, sobre todo por la temática de su obra y por que a pesar de tener esquizofrenia, logró plasmar genialmente sus ideas sobre el papel.
Leí por ahí acerca del estudio de un psiquiatra acerca del arte de los esquizofrénicos, quienes siempre tienden a repetir líneas ó motivos en forma de "mandalas" además este psiquiatra descubrió que este tipo de dibujos servían para curar un poco el estado de los pacientes, quienes ganaban tranquilidad al fabricar estos motivos armoniosos y simétricos.
Los temas religiosos también eran muy recurrentes entre los pacientes de este estudioso.
Saludos, muy buen post.
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