Subí 2 miniibritos de Octavio Paz (1914-1998), uno de los mejores poetas mexicanos del siglo pasado. El primero es una miniantología. El segundo es Trabajos forzados (1949), donde, junto con los poemas de la Estación violenta, se logra a mi parecer, casi por primera vez en México (ya lo había logrado tambien el peruano Arguedas), unir la tradición española con la violenta y poderosa literatura prehispánica. Ambos libros son muy recomendables. Recuerden, es una burda mentira eso de que hay una división real entre una literatura oficial y una no oficial. Sólo hay buena y mala literatura, punto.
OCTAVIO PAZ: ANTOLOGÍA MÍNIMA y TRABAJOS FORZADOS Los 2 libritos juntos(En rar) DESCARGARLO AQUÍ DESDE RAPIDSHARE
A continuación, un fragmentillo del poema donde Paz, cercano ya a la tumba, hace un recuento de su infancia, y recuerda, entre otros, a su padre, el periodista zapatista que murió borracho destrozado por un tren, y a su casa, en el barrio de Mixcoac...
PASADO EN CLARO (fragmentos)
[1974]
…Mis palabras,
al hablar de la casa, se agrietan.
Cuartos y cuartos, habitados
sólo por sus fantasmas,
sólo por el rencor de los mayores
habitados. Familias,
criaderos de alacranes:
como a los perros dan con la pitanza
vidrio molido, nos alimentan con sus odios
y la ambición dudosa de ser alguien.
También me dieron pan, me dieron tiempo,
claros en los recodos de los días,
remansos para estar solo conmigo.
Niño entre adultos taciturnos
y sus terribles niñerías,
niño por los pasillos de altas puertas,
habitaciones con retratos,
crepusculares cofradías de los ausentes,
niño sobreviviente
de los espejos sin memoria
y su pueblo de viento:
el tiempo y sus encarnaciones
resuelto en simulacros de reflejos.
En mi casa los muertos eran más que los vivos.
Mi madre, niña de mil años,
madre del mundo, huérfana de mí,
abnegada, feroz, obtusa, providente,
jilguera, perra, hormiga, jabalina,
carta de amor con faltas de lenguaje,
mi madre: pan que yo cortaba
con su propio cuchillo cada día.
Los fresnos me enseñaron,
bajo la lluvia, la paciencia,
a cantar cara al viento vehemente.
Virgen somnílocua, una tía
me enseñó a ver con los ojos cerrados,
ver hacia dentro y a través del muro.
Mi abuelo a sonreír en la caída
y a repetir en los desastres: al hecho, pecho.
(Esto que digo es tierra
sobre tu nombre derramada: blanda te sea.)
Del vómito a la sed,
atado al potro del alcohol,
mi padre iba y venía entre las llamas.
Por los durmientes y los rieles
de una estación de moscas y de polvo
una tarde juntamos sus pedazos.
Yo nunca pude hablar con él.
Lo encuentro ahora en sueños,
esa borrosa patria de los muertos.
Hablamos siempre de otras cosas.
Mientras la casa se desmoronaba
yo crecía. Fui (soy) yerba, maleza
entre escombros anónimos.
…
Estoy en donde estuve:
voy detrás del murmullo,
pasos dentro de mí, oídos con los ojos,
el murmullo es mental, yo soy mis pasos,
oigo las voces que yo pienso,
las voces que me piensan al pensarlas.
Soy la sombra que arrojan mis palabras.
México y Mass.,
del 9 de septiembre al 27 de diciembre de 1974.
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