Juan Ramón Jiménez (19881-1958), Premio Nobel de Literatura en 1956, es uno de los clásicos de la poesía en español del siglo XX.
Margarita Gil Roësset (1908-1932) fue escultora, ilustradora y escritora española. Se cuenta que la joven artista se enamoró de Juan Ramón en 1930. Rechazada por el poeta -que estaba casado con Zenobia Camprubí-, Margarita se suicidó dos años después de conocerlo.
*
¡Qué sol este más roñoso, gusanera de calleja!
¡Y qué podre está, salida de la matriz de la tierra!
¡Vaya arsenal arrumbado de eternidad de trastienda!
Parece que dios está enfermo de lepra eterna.
¡Hasta tú, la muerte linda, tú, mi palomita limpia,
pareces mugrienta y fea!
¡Intelijencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
... Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas...
¡Intelijencia, tú,
dame el nombre exacto y tuyo
y suyo y mío de las cosas!
EL RITMO
Tira la piedra de hoy, olvida y duerme. Si es luz,
mañana la encontrarás ante la aurora, hecha sol.
(1 de febrero)
En ti estás todo, mar, y sin embargo
¡qué sin ti estás, qué solo,
qué lejos siempre de ti mismo!
Abierto en mil heridas cada instante,
lo mismo que mi frente,
tus olas van, como mis pensamientos,
y vienen, van y vienen,
besándose, apartándose,
en un eterno conocerse,
mar, y desconocerse.
Eres tú, y no lo sabes,
tu corazón te late y no lo sientes
¡Qué plenitud de soledad, mar solo!
(7 de febrero)
Te tenía olvidado,
cielo, y no eras
más que un vago existir de luz,
visto -sin nombre-
por mis cansados ojos indolentes.
Y aparecías, entre las palabras
perezosas y desesperanzadas del viajero,
como en breves lagunas repetidas
de un paisaje de agua visto en sueños...
Hoy te he mirado lentamente,
y te has ido elevando hasta tu nombre.
VOZ DE UNA MUDA LEYENDA
La tierra, abierta o cerrada,
es nuestra madre completa;
no tengo que buscar más,
no hay nadie fuera de ella.
Y esta celda natural
que mi ser entero alberga,
es buen nido para el hombre,
él rueda como ella rueda.
Sólo he de llegar más lejos
con la fe de esta lucencia,
que yo llevo dentro igual
que mi hermana la luciérnaga,
y el silencio, eternizante,
hermano de mi conciencia
que puede hacerme aquí dios
porque alumbra en mi cabeza.
Si el gusano y yo nos vamos
también se va dios. Y queda
de los tres lo mismo, una
voz de una muda leyenda.
La voz de lo que yo sé
a la luz de mi linterna,
la mía, la de ellos dos...
ellos sabrán lo que vieran.
CON TU VOZ
Cuando esté con las raíces llámame tú con tu voz.
Me parecerá que entra temblando la luz del sol.
(De ríos que se van: y 2)
FRAGMENTOS DE TEXTOS DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ SOBRE MARGA GIL ROËSSET:
Era un ejemplo de vitalidad exaltada, de voluntad constante, de capricho enérjico. Trabajaba hora tras hora sin descanso, de pié, con dolor físico, cabeza, hígado, muelas. Se deshacía las manos, se caía, se hería. Manchada de yeso, punteados, los ojos de piedra cobraban una belleza ácida, una expresión injente. Se iba ya de noche, corriendo. Siempre corriendo, entrando, saliendo, cargada de cosas, subiendo, bajando. Dormía poco, abandonaba el comer. Café, té, vida abreviada. No le importaba seguramente vivir. Una estoica.
*
Habíamos llegado a las Rozas a las 9 y 1/2, después de buscarla en vano por Madrid. Estaba en la mesa de operaciones de la Clínica de Urjencia Omnia. Un tiro en la cabeza, con la belleza no destrozada, descompuesta. Su mano estaba caliente, latía su pulso. Sangre a borbotones por la boca, la frente vendada de gasa. Una mirada ancha dilatada, salida, pero ¿sin ver?
Está enterrada en la Rozas. Un corralillo cuadrado con algunos cipreses. Fue llevada en hombros en su caja blanca llena de rosas. El forense le hizo una autopsia de hora y media y cuando salió llevaba el zapato de lona con sangre de Marga. Pasaban trenes por un lado, coches por otro. La fosa tenía tres metros de honda. A las 8 le echaron la primera tierra, con un ocaso amarillo miel tras el Guadarrama morado.
Si pensaste al morir que ibas a ser bien recordada, no te equivocaste, Marga. Acaso te recordaremos pocos, pero nuestro recuerdo te será fiel y firme. No te olvidaremos, no te olvidaré nunca. Que hayas encontrado bajo la tierra el descanso y el sueño, el gusto que no encontraste sobre la tierra. Descansa en paz, en la paz que no supimos darte, Marga bien querida.
Juan Ramón Jiménez
De: Españoles de tres mundos y A B C literario de 14 de noviembre de 1997, más completa que la primera ya que, Francisco Hernández Pinzón, suprimió de dicha edición los tres últimos párrafos, para no herir a la familia de Marga y, posteriormente, su hija Carmen, los entregó al Diario ABC.
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